Chile, que se extiende a lo largo de las montañas andinas, ricas en cobre, a lo largo de la costa del Pacífico de Sudamérica, tiene una cierta reputación entre sus vecinos: estable y casi estable en una región envuelta en una agitación política regular y en crisis económicas.
Esa identidad está ahora en juego, ya que el país se dirige a unas elecciones polarizadas el domingo, con candidatos de extrema derecha y de extrema izquierda a la cabeza de las encuestas, impulsados por los votantes que exigen un cambio desde las amplias protestas de hace dos años y que ahora podrían forzar el cambio político más brusco de Chile en décadas.
En los últimos 30 años, desde la vuelta a la democracia tras la dictadura militar de Augusto Pinochet, los partidos políticos moderados de derecha e izquierda han supervisado el rápido crecimiento de Chile y han impulsado al país a convertirse en un modelo regional.
Ahora, los favoritos para ser el próximo presidente de Chile son José Antonio Kast, un abogado de ultraderecha a menudo comparado con el líder brasileño Jair Bolsonaro, y el legislador de izquierdas y antiguo líder de las protestas Gabriel Boric, que se ha aliado con el Partido Comunista.
“Representa el cambio más significativo en el paradigma político desde 1990”, dijo Nicholas Watson, analista para América Latina de la consultora Teneo. Los encuestadores esperan que Kast y Boric compitan en una segunda vuelta en diciembre.
Ambos candidatos representan una nueva generación política fuera de la corriente principal, alejándose de lo que se conoce como la coalición de partidos de centro-izquierda de la Concertación que dirigió Chile durante décadas y de la actual coalición moderada de centro-derecha.
Boric quiere “enterrar” el modelo neoliberal de Chile, mientras que Kast, que ha elogiado el legado económico de Pinochet y que una vez bromeó con que el ex dictador votaría por él si aún estuviera vivo, quiere reducir el tamaño del Estado y bajar los impuestos.
“Hay una ruptura en marcha”, dijo el analista político Cristóbal Bellolio, añadiendo que se derivó de los meses de airadas protestas sociales que estallaron en 2019 y desencadenaron un proceso de reelaboración de la Constitución chilena de la era de Pinochet.
“Esto está desafiando la historia oficial de progreso que Chile se contó a sí mismo y le dijo al resto del mundo”.
UN ‘CAMBIO URGENTE’
En América Latina, Chile destaca.
Los indicadores del Banco Mundial sobre el estado de derecho, la regulación, la gobernanza y la estabilidad política, muestran que Chile supera con creces a sus grandes vecinos regionales de Brasil, Argentina, Colombia y Perú. Es uno de los pocos miembros de la OCDE de la región y un icono del libre comercio.
Su modelo económico, basado en las políticas neoliberales favorables al mercado de los llamados “Chicago Boys”, economistas de Pinochet en los años 70-80, ha sido copiado por otros, esperando emular su historia de crecimiento económico rápido y estable.
Sin embargo, los críticos de su modelo afirman que el crecimiento no se distribuyó de forma equitativa, creando una pequeña élite empresarial adinerada que se elevó por encima de los chilenos normales, que tuvieron que hacer frente a los elevados costes de la sanidad y la educación privatizadas y a las escasas pensiones.
“Chile necesita urgentemente un cambio”, dijo Luz Vergara, de 37 años, asistente en una empresa de ingeniería de Santiago, que piensa votar por Kast. “Aunque ningún candidato me representa al 100%, Kast me da cierta seguridad”.
Los candidatos más convencionales, como Yasna Provoste, de centro-izquierda, y Sebastián Sichel, de derecha moderada, han sido desplazados por los votantes que buscan respuestas más radicales.
Los retos no serán fáciles: reducir la desigualdad, calmar las protestas en la capital, Santiago, y los enfrentamientos con grupos indígenas en el sur del país, las polémicas retiradas de pensiones y supervisar el proceso de aprobación de una nueva Constitución.
Ese documento -así como los cambios políticos- podría alterar radicalmente la percepción de Chile, dicen los analistas, y los inversores estarán atentos a lo que ocurra con las leyes de propiedad privada, la autonomía del banco central y la política fiscal.
Romina Aliaga, una ingeniera medioambiental de 28 años, dijo que votaba por el izquierdista Boric porque el país necesitaba un cambio social importante para superar su pasado conservador.
“Su programa está alineado con las mejoras que necesitamos como país, para poder avanzar y no retroceder en temas como las políticas medioambientales, la igualdad de género y el aborto”, dijo. “Son temas que me interesan mucho”.